viernes, 30 de octubre de 2020

Microrrelato: Cuentos de princesas

Alicia escuchaba atenta el cuento que su mami le leía, hasta que llegó el «fueron felices y comieron perdices». Mami le dio un beso en la frente para desearle buenas noches pero, antes de que se marchase, la niña se incorporó en la cama.

—Mamá, ¿para qué sirve una princesa? —le preguntó. Mami le leía siempre muchos cuentos de reinos con princesas que buscaban príncipes o príncipes que buscaban princesas. Y también le ponía historias en Youtube, donde abundaba la misma temática.
 
Mami se dio la vuelta, sin llegar a salir de la habitación, y volvió a sentarse en la silla que había junto a la cama de Alicia. 

—Las princesas son las que gobernarán el reino cuando los reyes ya no estén, y se convertirán en las nuevas reinas —le respondió con una sonrisa.

—¿Y yo puedo llegar a ser princesa? —preguntó, con tono de incertidumbre.

—No, hija, porque ya tenemos una princesa y solo puede haber una.

La respuesta le pareció sencillamente eficaz a mami, pero Alicia no estaba conforme.

—Pero si la princesa se casase conmigo, yo también sería princesa, ¿no?

—No, hija, porque la princesa se tiene que casar con un príncipe —esa pregunta había incomodado a mami, que decidió acabar ahí el asunto con un prolongado silencio, pese al «¿por qué con un príncipe?» que replicó su hija. Se dispuso a levantarse de la silla cuando Alicia volvió a incorporarse.

—Entonces nuestra princesa, cuando se muera el rey, ¿será quien mande en el país? —preguntó.

—Bueno, no, aquí gobiernan los presidentes, no los reyes —respondió mami—, los reyes de los cuentos mandaban antes, pero ahora ya no.

Eso confundió a Alicia. ¿Le estaba leyendo mami cuentos anticuados? ¿Por qué había tantos cuentos de distintas princesas, si sólo podía haber una? Pero una pregunta más importante le rondaba por la cabeza:

—¿Y qué es lo que hace exactamente una princesa?

—Bueno, no sé —mami dudó; no sabía como explicárselo a su hija, pues ni siquiera ella estaba segura de la respuesta —, cosas diplomáticas, visitar gentes de otros países, cosas así. Mejor duérmete ahora, que mañana tienes que ir al cole.

Alicia se tapó con la manta y cerró los ojos. Su madre se acercó a la puerta pero, antes de salir de la habitación, echó la mirada hacia atrás.

—Mamá —dijo la niña, en un susurro —, no me cuentes más cuentos de princesas. Cuéntame de médicas, o de bomberas, o de astronautas, o de profesoras, de algo que yo quiera ser de mayor. Pero no más cuentos de princesas, ¿porque quién quiere ser princesa, pudiendo ser alguien de verdad?

Y se dio la vuelta para dormir.

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