Microrrelato: batalla a cara o cruz

Aquel día no se derramaría sangre para determinar quién era el mejor. Los dos ejércitos más temibles de todos los reinos, cada uno desplegado a un lado del campo de batalla, estaban tan igualados, que los dos generales habían decidido jugárselo a cara o cruz. Sus terroríficos guerreros esperaban ansiosos la resolución del duelo; quien ganase, pasaría a ser el ejército más poderoso del mundo.

Imagen de Katja en Pixabay

El general de los nubeos eligió cara; el de los caróntidos, cruz. El observador imparcial lanzó la moneda, que voló, se le escapó de la mano y cayó al suelo. Cara.

El general nubeo levantó los brazos, victorioso, y todo su ejército gritó eufórico.

—¡Trampa!—clamó el general caróntido—, la moneda no puede tocar el suelo, tiene que caer en la mano.

—Maldito perro de los desiertos que no sabe perder, ¿dónde está escrita esa norma?—respondió, indignado, su oponente.

—Todos los habitantes de todos los reinos lo saben, sucio puerco de las colinas, ¿perdiste toda dignidad en tu pútrida caverna?

El observador imparcial, escuálido y pequeño, pensó si era adecuado interponerse entre los dos hercúleos generales y decidió que era mejor dar un paso atrás cuando hacha y mandoble se materializaron en las manos de los generales.

—¡Esto no acabará así!—espetó uno.

—¡Esto acabará aquí!—gruñó el otro.

Y el clamor de la batalla, el tronar de los gritos de guerra, el terremoto de las pisadas aplastando hierbas y flores, el chocar del metal contra el metal, el hender de las armas contra la carne y el olor a sangre inundó el ambiente.

Aquel día no se derramaría sangre para determinar quién era el mejor. Aquel día se derramaría sangre por culpa de una regla no escrita.

Los dos ejércitos más temibles de todos los reinos lucharían a muerte. Nadie sobreviviría.

Microrrelato publicado originalmente en Mastodon el 3 de enero de 2023.

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